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Minotauro

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En Verona hay una librería de viejo llamada "Minotauro" que cumple a cabalidad con todas las espectativas que se puede tener de una librería de viejo que se llame "Minotauro".  En la planta baja hay un café y memorabilia con motivos cursis, ya que está a pocos pasos de la casa de Julieta. Pero un poco más al fondo, oculto, lejos de los recuerdos con lentejuelas y de los turistas con bastones de selfies, hay una pared llena de viejos vinilos de jazz y rock setentero, y luego algunos libros usados y cómics viejos.  Solo cuando los ojos se acostumbran a la penumbra se revela una escalera, que estaba ahí esperando ser descubierta, escondida entre los libros. Hay que subir con cuidado porque cada escalón tiene la mitad de su superficie cubierta con libros usados, todo es inestable, sobre todo las torres de novelas gráficas y libros de arte.  Y ahí, en el segundo piso, se encuentra primero una salita con literatura rusa, que se abre a la sala de  libros de cienc

La casa de C

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Esta casa no es una casa. Es una pausa, una coma entre dos jardines. Es una casa flotante, volcada hacia el mundo. Por esa su mirada hacia el horizonte uno siempre siente saudade . Es una casa saudosa . La casa de C tiene olor a tierra. A raíces de árboles centenarios. A perdones no cedidos. Se respira una mirada triste. La casa de C es una casa sensual. La vista se escapa con los colibríes. Su piel está adornada con caparazones. Huele a memoria, a espera y viajes. Hay un rumor continuo a playa, a malecón en medio de las montañas. La casa de C tiene una frontera de eucaliptos que resuenan a cantos de libertad. Una frontera que no lo es. El mayor límite que tiene es el centro, el corazón de papel que reina en la casa. Es un castillo de aire, de viento de agosto, de ciruelos de enero y de sillones de mimbre. Voy con poca frecuencia. Entro de puntillas a esta casa. Es necesario entrar con solemnidad, hay que tener cuidado de que no se caigan las barajas invisibles que sostienen el

Es la historia de un amor (como no hay otro igual)

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Como yo te amo convéncete, convéncete, nadie te amará Píramo y Tisbe eran dos jóvenes babilonios que vivían lado a lado y se amaban con locura, pero sus padres no estaban de acuerdo con ese amor. Para poder comunicarse hicieron una grieta en el muro que separaba sus casas, y por allí se pasaban mensajes, susurrándose frases de ternura y secretos. Un día (una noche) decidieron huir juntos, y quedaron en verse bajo una morera albina, junto a una fuente. Tisbe llegó primero y se encontró con una leona que había ido a beber agua después de una cacería. Huyó hacia un hueco en la roca, pero en la carrera hizo caer su velo. La leona se quedó jugueteando con el velo y lo manchó con sangre. Cuando llegó Píramo encontró el velo ensangrentado de su amada y a la leona. Creyó que la fiera había matado a Tisbe. Ante la idea de vivir sin ella, decidió matarse. Tomó su puñal y se lo clavó en el vientre. Más tarde, la joven salió de su escondite con cuidado y encontró a su amado Píramo con el puña

Moreras

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Todas las historias, en el fondo, son una. Por las mañanas voy a caminar al parque que está cerca de mi casa. Es un gran campo verde con una capilla, un quiosco, una serie de senderos que lo cruzan, estatuas renacentistas y un bosquecillo, principalmente de moreras. El parque era de la familia Querini, una de las principales de Venecia. Pietro Querini era un miembro del Consejo Mayor de la Serenísima República de Venecia y uno de los principales comerciantes en su época, que recorría la Ruta de la Seda, hacia el lejano Oriente, en búsqueda de seda, especias, tintas, pólvora, y las llevaba sobre todo hacia Europa del norte. Pero en 1431, en un recorrido hacia los fiordos, hubo una serie de tormentas tan intensas que rompieron el timón y el árbol mayor. El barco se hundió, pero algunos de los hombres, entre ellos Pietro, sobrevivieron. Habían llegado a una isla desierta, Sandøy, en el archipiélago noruego de Loften. Un par de días después fueron encontrados y socorridos por los habitan

Amartelo

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Me atabas un hilo rojo en la muñeca para no extrañarte. Le dabas dos vueltas alrededor de mi brazo hacías nudos que no podía desatar. El amartelo es una enfermedad terrible decías El tío Samuel nunca quiso dejarse atar decías Se fue lejos y nunca regresó -su cadáver tampoco, decías- Sin el hilo no encontró el camino a casa. La casa está llena de silencios Yo quiero este silencio Este y no otro Este silencio que llena la casa En este silencio veo los juegos de los niños en el jardín Veo los partidos de damas chinas en el porche Veo las tardes de crucigramas y singani El silencio que conozco es el de tus pasos de madrugada que apagan las luces del pasillo. A veces hace falta tanto, y otras tan poco. A veces me hace falta tu hilo rojo.

Sobre Italo Calvino y la felicidad

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En los estantes de casa están los libros de mi padre. Cuando tengo dudas de qué leer me voy a sus libros y me saco alguno al azar. Así fue como llegué a un libro no muy conocido de Italo Calvino, La giornata d'uno scrutatore . No es un libro largo. Es, tal como dice el título, un día de elecciones, y cuenta la jornada de un hombre que funge de jurado en las elecciones políticas italianas, en 1953. Su mesa, la que debe supervisar, se encontraba en la Piccola casa della Divina Provvidenza (instituto también conocido como “Cottolengo” por el nombre de su fundador). Esta casa-institución es un centro de asistencia para personas con discapacidades físicas y mentales, ancianos, enfermos, huérfanos, gente sin familia, dependientes de sustancias, pobres sin refugio e inmigrantes ilegales. En resumen, son centros que agrupan a gran parte de “los que sobran”. El libro es una preciosa reflexión sobre la democracia. Lo vuelvo a leer cada cierto tiempo porque aprendo cada vez algo nuevo so

Sobre Aquiles, el de pies ligeros

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De todos los guerreros que combaten en Troya, hay dos que son claves para la victoria de Grecia: Odiseo (el astuto) y Aquiles (el de los pies ligeros). Hay una gran tradición escrita sobre esta guerra y, sobre todo, sobre estos héroes. Los dos textos más famosos son los escritos por Homero, la Iliada y la Odisea. Pero es interesante descubrir los otros, los siguientes, ya que estos personajes míticos cambiarán con el tiempo y la tradición enriquecerá sus vidas con más detalles.  Aquiles es, de los dos, el mejor guerrero, el que posee más fuerza y velocidad combinados con inteligencia. Es conocido como “el de pies ligeros” en los poemas homéricos por su valentía, velocidad, agilidad. Es orgulloso y tiene una enorme ansia de gloria. Estacio, un poeta tardío, es quien cuenta que Tetis (su madre, una de las diosas griegas que se había casado con un humano) lo tomó del tobillo y lo sumergió en la laguna Estigia para que se convierta en inmortal. Pero de esa forma el tobillo del que lo so

Estelas de un viaje

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Lo que sucede es que en « Prontos, listos, ya », de Inés Bortagaray, es que no sucede nada, excepto lo que sucede adentro . Lo que sucede adentro del auto, sí: al final toda la historia se resume en la palabra «viaje»; aunque también esta novela va de lo que sucede adentro del lector. No creo anticipar nada del libro si digo que este relato cuenta, desde la mirada de una niña, un viaje en el auto de familia a la ciudad costera donde pasarán el verano. Pero el paso de los postes de luz y el paso de las horas hacen que este viaje sea además un retorno a otra mirada, a otro tiempo y a otras experiencias. Esto se marca desde la primera línea: « Veo un poste que pasa y se va hasta que veo otro poste que pasa y se va pero nunca se va del todo, porque en la ida queda la estela. La estela es el poste en movimiento », inicia a relatar la protagonista. Y esta continuidad, esta estela donde se mezcla lo que sucede y lo que se recuerda, la infancia y el inicio de la juventud, la vacación y la

Caracoles

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El agua refulgía bajo el sol. Mis hermanas y yo nos bañábamos en la piscina inflable que mis padres pusieron en el pequeño patio cementado del condominio donde vivíamos. Cerca de nosotras estaba el jardín con las huertas familiares, y más allá estaba la lavandería. Era una tarde de verano, un domingo de julio, en 1982. Hacía tanto calor que la señora del último piso había puesto sandías a remojar en la lavandería para que se mantuvieran frescas, que podían descomponerse por tanto calor. En medio de las plantas y huertas de los vecinos había un gran frasco lleno de caracoles. La señora del último piso, una mujer que hablaba en un dialecto véneto cerrado y que nos gruñía todo el tiempo, guardaba en el frasco los caracoles para que no dañaran sus plantas y para comérselos. Nosotras, que habíamos llegado poco antes a ese país, no podíamos creer que alguien se comiera caracoles, así que aprovechamos que no había nadie cerca para sacarlos de los frascos y liberarlos en las huertas. Y

La Nave del Olvido

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Richard era entonces el más guapo de los choferes de la línea D. Estaba detrás del volante de La Nave del Olvido IV. Moreno, con el cabello rizado, musculoso, era un perfecto chamagalán. Su micro pasaba siempre a las siete de la mañana. Era el que recogía a todos los estudiantes que íbamos al colegio. Richard dejaba subir gratis a las quinceañeras. Si tenías una minifalda o un escote pronunciado, te daba cambio de más. A ambos lados del volante tenía unas agendas pegadas en el parabrisas, llenas de anotaciones de números de teléfonos. La decoración era algo espectacular: tenía unos ocho espejos retrovisores, en diferentes alturas, en los que podía siempre mirarse y mirar a las pasajeras. Esperaba a que se estableciera un mínimo contacto visual, y en el espejo te decía “para vos mamacita” y ponía una pieza especial en su reproductor. En general, Ricky Martin o Luis Miguel, aunque a veces podía tocar una cumbia sobre amores prohibidos. No he conocido otro micro con tantos peluches. A los