Minotauro

En Verona hay una librería de viejo llamada "Minotauro" que cumple a cabalidad con todas las espectativas que se puede tener de una librería de viejo que se llame "Minotauro". 

En la planta baja hay un café y memorabilia con motivos cursis, ya que está a pocos pasos de la casa de Julieta. Pero un poco más al fondo, oculto, lejos de los recuerdos con lentejuelas y de los turistas con bastones de selfies, hay una pared llena de viejos vinilos de jazz y rock setentero, y luego algunos libros usados y cómics viejos. 

Solo cuando los ojos se acostumbran a la penumbra se revela una escalera, que estaba ahí esperando ser descubierta, escondida entre los libros. Hay que subir con cuidado porque cada escalón tiene la mitad de su superficie cubierta con libros usados, todo es inestable, sobre todo las torres de novelas gráficas y libros de arte. 

Y ahí, en el segundo piso, se encuentra primero una salita con literatura rusa, que se abre a la sala de  libros de ciencia ficción, más allá hay un pasadizo que conduce a la literatura polaca, a los mangas en blanco y negro y por último, cerca del corazón del laberinto de papel, está la sección de clásicos griegos. 

Entré hace ya varias horas. Revisé una por una las pequeñas salas, que se han encadenado en un espacio que, lo sé bien, oculta algo, que se siente entre los estantes, que hace temblar el piso y que me devorará si me quedo. Llevé mi lana roja, pero tuve que soltar la punta del ovillo para revisar los libros de la repisa. 

Lo peor es esto: no sé si quiero que me rescaten.

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