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Cuatro perfiles

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Conocí un hombre joven que criaba mariposas nocturnas. Había preparado su salón para poder albergar enormes contenedores donde mantenía las oruga, las alimentaba y les ponía nombres, conocía la historia de la evolución de sus manchas y antenas, sabía de todo el árbol genealógico de las lepidópteras, en particular de la rama familiar de sus amadas Attacus Atlas. Hace muchos años conocí un hombre que se llamaba Sócrates. Su padre le puso el nombre del jugador de fútbol, aunque el prefería pensar en el filósofo. Vendía diarios en la puerta del estadio, pero nunca vio un partido. Era ciego.  Conocí una mujer que escuchaba las radios populares para enterarse de los matrimonios del pueblo, para ir a vender cigarrillos y caramelos a la puerta del salón de fiesta. Ganó así lo suficiente para comprarse una casa.  Supe de una familia que se dedicaba a techar casas y edificios. Padre, hijos, hermanos, abuelos, como una suerte de tradición familiar. Eso sí, tenían un secreto: no sentía

Mis apuntes / retorno de vacaciones

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Tomé esta foto en el mar del norte. [Probablemente esta sea la entrada del blog con la que menos a gusto me siento y una de las más autoreferenciales. Nunca antes escribí mis intenciones con el blog ni puse cosas personales.] Me tomé unas vacaciones de mis apuntes. Unas largas y descaradas vacaciones. Hace mucho que no me desconectaba por tanto tiempo y es, lo juro, una sensación muy rara: no estoy acostumbrada a tomar descansos y eso cuesta caro. [Piero tiene razón: de vez en cuando viene bien dormir ] Durante este tiempo, estas semanas de ausencia, me estuve preguntando qué es lo que estoy haciendo en este espacio. En este blog no he pretendido escribir reseñas, sino proponer otras lecturas, trenzar ideas, especular a rienda suelta y dejar que el eco muestre el perfil de una geografía interior. Pero igual me pregunto para qué o quién escribo. ¿Estos mis apuntes son para alguien, para comunicarme con alguien al otro lado de la pantalla o solo escribo para mí y mis deseos? No

Familias infelices

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—¡Qué linda niña! ¿Quién es?  — me preguntaba todos los días mi abuela. —Es mi hija. —¿A qué hora te vas, hijita?  — me preguntaba todos los días mi abuela. —Se me hizo tarde y ya no alcanzo al bus, ¿me puedo quedar a dormir?  Llevaba ya un año viviendo con ella. Mi abuela ya estaba en la “fase paranoica” del alzheimer. Es una de las etapas más complicadas: las personas enfermas se pueden volver muy agresivas como mecanismo de defensa en un entorno que no logran comprender.  Hay algo fascinante en la vejez. Fascinante y triste. Cuando niños, todos los adultos son viejos; pero otra cosa (y eso se aprende con los años) es la decrepitud. No me refiero solamente a que el cuerpo se dañe. La mente es un lugar extraño. La normalidad es cosa de estadística, no de dirección postal. Desde fuera todas las casas son casas, pero también son la entrada a mentes ajenas, a historias de pequeños logros y grandes derrotas. Hace poco la editorial Nuevo Milenio publicó la edición para Bolivia