Amartelo

Me atabas un hilo rojo en la muñeca
para no extrañarte.
Le dabas dos vueltas
alrededor de mi brazo
hacías nudos que no podía desatar.

El amartelo es una enfermedad terrible
decías
El tío Samuel nunca quiso dejarse atar
decías
Se fue lejos y nunca regresó
-su cadáver tampoco,
decías-
Sin el hilo no encontró el camino a casa.

La casa está llena de silencios

Yo quiero este silencio
Este y no otro
Este silencio que llena la casa

En este silencio veo los juegos de los niños en el jardín
Veo los partidos de damas chinas en el porche
Veo las tardes de crucigramas y singani

El silencio que conozco
es el de tus pasos de madrugada
que apagan las luces del pasillo.

A veces hace falta tanto, y otras tan poco.
A veces me hace falta tu hilo rojo.


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