Moreras

Todas las historias, en el fondo, son una. Por las mañanas voy a caminar al parque que está cerca de mi casa. Es un gran campo verde con una capilla, un quiosco, una serie de senderos que lo cruzan, estatuas renacentistas y un bosquecillo, principalmente de moreras. El parque era de la familia Querini, una de las principales de Venecia.

Pietro Querini era un miembro del Consejo Mayor de la Serenísima República de Venecia y uno de los principales comerciantes en su época, que recorría la Ruta de la Seda, hacia el lejano Oriente, en búsqueda de seda, especias, tintas, pólvora, y las llevaba sobre todo hacia Europa del norte. Pero en 1431, en un recorrido hacia los fiordos, hubo una serie de tormentas tan intensas que rompieron el timón y el árbol mayor. El barco se hundió, pero algunos de los hombres, entre ellos Pietro, sobrevivieron. Habían llegado a una isla desierta, Sandøy, en el archipiélago noruego de Loften. Un par de días después fueron encontrados y socorridos por los habitantes de una isla cercana, Røst, que se dedicaban a la pesca de merluza. Røst estaba en un lugar hostil; por tres meses al año no se escondía el sol, y por tres meses siempre era de noche, sin contar las tormentas y heladas, así que por muchos días no podía salir a navegar. De hecho, los recién llegados tuvieron que quedarse cuatro meses para poder embarcarse de regreso a casa.

Durante el tiempo de su permanencia, Pietro Querini descubrió que los locales hacían secar la merluza al viento y sin sal. Eso permitía tener alimento por mucho tiempo, ya que bastaba remojar un poco ese pescado seco para que se recupere y se pueda utilizar de nuevo, pesaba poco, era muy resistente y no se dañaba con el calor, a diferencia de lo que sucedía con las carnes curadas de cerdo. Cuando volvió a Venecia inició un comercio con estas regiones para comprar su pescado seco, que conocemos con el nombre de "bacalao".

Pietro era un hombre listo. Se dio cuenta que el pescado seco podía abaratar los viajes hacia Oriente porque eran necesarias menos paradas durante el viaje aumentando el tiempo de navegación. El bacalao se hizo tan popular entre los pueblos marineros que ahora se encuentra en todas las cocinas regionales, plato tipico tanto en Portugal como en Venecia.

Querini se hizo aún más rico. Tuvo una nueva idea: compró tierras en esta región de Italia y construyó su casa con un enorme jardín. Puso un bosquecillo de moreras y, como los viajes eran más breves, se trajo gusanos de seda vivos para reproducirlos y producir seda. De hecho, lograron hacer estas suaves telas; pero nunca pudieron igualar la calidad de la seda que llegaba de oriente.

Pero este viaje y el descubrimiento del bacalao tuvo un resultado inesperado. Cuando estallaron guerras y problemas en la ruta de la seda se buscaron nuevas rutas comerciales, permitidas gracias a la posibilidad de hacer viajes más largos. Un tal Cristóbal propuso viajar hacia Occidente para llegar al lejano Oriente: quizás podían llegar a la India por una vía directa y evitar las batallas, bajar costos y no depender de paradas intermedias. Convenció a una reina católica a lanzarse a la aventura.

Todas las mañanas camino por el parque de Querini, bajo las moreras centenarias. Y pienso que estoy muy cerca de casa a pesar de estar a miles de kilómetros de distancia. Un hilo de seda me une con las Indias Occidentales, con barcos, con viajes extraordinarios, con casa.

Tomé esta  foto en el parque durante el otoño

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