Fragmentos de vidrio


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(Imagen de Dynamic Test Center, AGU Zürich - Tomé la foto de este enlace.)

¿Viste las pruebas de choque?

Las grandes placas metálicas se van deformando contorsionándose y asumiendo formas de acordeón. Las enormes bolsas de goma se inflan de golpe, expandidas por una fuerza interna en un intento de proteger los cuerpos contenidos. Los vidrios se desintegran, se convierten en una gránula de arrocillos que salen en vuelo como saludando a novios en la puerta de la iglesia. Los maniquís de plástico siguen moviéndose a la velocidad del auto, siguen su curso aunque el vehículo se haya detenido, y reciben de golpe el abrazo de los cinturones que los retienen. Sensores por todas partes, cables, cámaras que registran el impacto desde varios puntos y perspectivas. Retrocedamos. Volvamos al punto de inicio. Veamos todo en reversa. Iniciemos otro experimento. Destruyamos otro auto.

En 1896 una mujer en Londres fue golpeada con un auto que iba a la fantástica velocidad de siete kilómetros por hora. Murió a los pocos días. Luego vinieron los primeros choques frontales. Los cuerpos saliendo por la ventanilla. Los cuerpos deformados por el volante. Los cuerpos que no podían reconocerse.

Es culpa de esos monstruos de metal. De los jóvenes desenfrenados. Hagamos campaña, se dijeron, para que las personas tengan cuidado. Pero los accidentes siguieron.

Casi ochenta años de sangre y vidrio debieron pasar antes de que aceptaran que no, que no se iban a detener, ni los autos ni los conductores, ni los accidentes. Y ahí comenzaron los experimentos y soluciones, de la mano del cambio de tecnología y el desarrollo de nuevos materiales.

Ahora, ya ves, tienes a la mano millares de horas de grabación de maniquís que salen volando de miles de ventanillas de cientos de modelos de autos. Puedes ver cómo se infla milímetro a milímetro cada una de las bolsas de aire. Puedes ver los fragmentos de vidrio que parecen flotar en el aire como polen.

Hace poco terminé de leer "Aprende a amar el plástico", de Carlos Velázquez. Cuando cerré el libro sentía eso: vidrio, metal, goma, todo saliendo en cámara lenta, en una explosión (des)controlada, y que yo estaba en lugar del maniquí - y sin cinturón de seguridad.



Aprende a amar el plástico es un libro de crónicas de Carlos Velázquez publicado para el mercado boliviano por la editorial Sobras Selectas, del buen Alexis Argüello

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