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Cuatro perfiles

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Conocí un hombre joven que criaba mariposas nocturnas. Había preparado su salón para poder albergar enormes contenedores donde mantenía las oruga, las alimentaba y les ponía nombres, conocía la historia de la evolución de sus manchas y antenas, sabía de todo el árbol genealógico de las lepidópteras, en particular de la rama familiar de sus amadas Attacus Atlas. Hace muchos años conocí un hombre que se llamaba Sócrates. Su padre le puso el nombre del jugador de fútbol, aunque el prefería pensar en el filósofo. Vendía diarios en la puerta del estadio, pero nunca vio un partido. Era ciego.  Conocí una mujer que escuchaba las radios populares para enterarse de los matrimonios del pueblo, para ir a vender cigarrillos y caramelos a la puerta del salón de fiesta. Ganó así lo suficiente para comprarse una casa.  Supe de una familia que se dedicaba a techar casas y edificios. Padre, hijos, hermanos, abuelos, como una suerte de tradición familiar. Eso sí, tenían un secreto: no sentía

Ruido

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A inicios del año tuve un burnout. Llevaba buen tiempo trabajando en una cocina industrial, un burger, donde el trabajo era supervisado con segundero y todos los equipos tenían temporizador con alarmas. Mi contrato era de 18 horas semanales pero normalmente hacía unas 40 horas en turnos que podían iniciar a las siete de la mañana y terminar a las cinco y media de la mañana siguiente. Estaba tan cansada que era incapaz de leer, de escribir, de pensar. Tenía la sensación de ser habitada por otra persona, que no era yo, que estaba en lucha conmigo. Había demasiado ruido en mi cabeza. Cada día lloraba camino al trabajo, y lloraba durante el trabajo, y lloraba de regreso del trabajo. Cuando dormía, soñaba que lloraba en el trabajo. Pedí ayuda a mi médico de cabecera. Me recomendó tomar unas pastillas, ansiolíticos y antidepresivos en dosis mínimas para controlar los malestares. No soy fan de tomar psicofármacos, así que estaba indecisa; pero justo entonces me ofrecieron un puesto en el supe

Mi no-cuarentena

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El viernes mi jefe detuvo a María en la caja. Ella estaba por pagar su compra. Mi jefe le pidió que saque las cosas que tenía en la cartera. Nerviosa y balbuceando cosas sin sentido, María sacó un par de empaques de embutidos y una lata de salsa de tomate. Sin decir nada, mi jefe se llevó las cosas y las puso en su lugar.  1. Todos los días ella llega al supermercado diez minutos antes de la apertura. Es la primera cliente en entrar. Saluda a todos, toma un carrito rojo de la puerta y busca siempre los mismos productos. Repite el ritual por la tarde y, hasta hace poco, lo hacía de nuevo a las siete de la noche. María tiene ochentaytodoslosaños, es parte de la población en riesgo. Debería estar en casa, debería venir su hijo o su marido, debería apoyarse en los voluntarios que colaboran con las compras durante esta cuarentena. Pero no: ella está cada día en la puerta. 2. La mía ha sido una no-cuarentena. Trabajo como cajera. Este supermercado es un pequeño negocio familiar en un

Un cuento de navidad

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Esto pasó en los ochentas. Habíamos tenido un año duro, y en familia había poco (con) que celebrar. Padre dijo que nos llevaría a una fábrica de juguetes. "Podrán tener el juguete de sus sueños", nos dijo. Nos subimos a su peta roja. Fuimos hacia el centro, y luego hacia el aeropuerto, y luego fuimos por la montaña. Finalmente, bajamos por un camino lateral y luego regresamos a casa. Cuando llegamos, en nuestra habitación nos esperaban montones de trozos de madera de diferentes formas, un bote de pegamento y pintura látex. Recuerdo que esa tarde fui inmensamente feliz.

Todas las vidas

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Comencé a trabajar este 12 de septiembre en un Burger King. Es la primera vez que trabajo en una "cocina industrial": tiempos muy breves, trabajo en cadena, automatización de procesos, horario por turnos. El trabajo es agotador, es muy físico: raramente me quedo quieta, aunque se trata solo de preparar emparedados. Casi toda mi vida hice trabajos intelectuales, donde el mayor esfuerzo físico era pasar con el plumero sobre el estante de libros. Durante el primer mes salía tan cansada que no podía pensar, y eso era como si me hubieran quitado los pulgares oponibles, como si me dejaran fuera de casa, con la puerta cerrada y sin la llave. Solo ahora, poco a poco, estoy recuperando algunas funciones cerebrales: ya logro leer, aunque sea un capítulo diario; y estoy volviendo a escribir, aunque no al ritmo de antes. El Burger queda lejos de casa. Debo salir un par de horas antes del inicio de mi turno: hay pocos buses que me llevan hasta el trabajo, y si pierdo uno puedo no lleg

La libertad y los cerdos

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[Este es un texto viejo, del 2013, que leí en una charla en el café Punto Aparte y que se publicó originalmente en este enlace ] Conocí La rebelión en la granja cuando era niña. Mi padre, que tiene un gusto muy particular en sus lecturas y unas teorías educativas cuando menos cuestionables, nos leyó este libro durante un invierno en el que estábamos mis hermanas y yo en cama con paperas. Recuerdo vivamente las historias de Napoleón y sus perros, cuánto lloramos cuando se llevaron al caballo, y estoy segura de que esta fábula ha influido poderosamente mi vida y mi incapacidad de soportar autoritarismos. George Orwell, o más bien Eric Arthur Blair, nació en la India, en Motihari, el 25 de junio de 1903 y murió en Londres el 21 de enero de 1950. En su obra se pueden reconocer tres etapas: la primera, donde es un luchador contra el imperialismo británico. Luego, una segunda donde es un gran luchador a favor de la justicia social después de sus primeras experiencias en Londres y Parí

La puerta

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De pronto ha descubierto la vergüenza. Me echa de su cuarto, “toca la puerta”, grita. Quiere salir de casa y explorar sola el mundo.  Quiere ver, quiere saber, quiere probar todo y comer todo. Descuento los días y estoy a la espera.  ¿Quién será la primera persona que le rompa el corazón?  ¿Cómo será para ella descubrir el bien, el mal, el miedo, la belleza? Es fuerte, pero frágil. Es grande, pero muy pequeña todavía. Tarde descubrirá que ya ha sido expulsada del paraíso. Eva no es una persona, es una edad. Photo by lalesh aldarwish from Pexels

Sobre héroes y villanos

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Décalcomanie, de Rene Magritte. Tomé la imagen de este enlace [Atención: lo que sigue es un total destripe del libro "El hombre invisible", de H.G. Wells] Comencemos. Griffin era un brillante estudiante de medicina. Brillante, sí, y también pobre. Y ya sabemos que con la pobreza viene la invisibilización: en la universidad había visto que personas con menos talento y capacidad tenían su vida resuelta, encontraban trabajo y ocupaban puestos de poder, mientras que él pasaba hambre. Para lograr avanzar en la vida, pensó, el único modo para hacerse notar sería logrando un gran descubrimiento, un gran avance científico, de modo que se lo llegara a respetar. Gracias a una clase de la universidad se interesó mucho por el índice refractivo de los objetos. Se dio cuenta que, manipulando este índice a través de cambios de densidad, podía lograr que los cuerpos dejen de absorber la luz y la reflejen. ¡Podría hacer que un cuerpo sea realmente invisible! Por supuesto, se necesita

Mis apuntes / retorno de vacaciones

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Tomé esta foto en el mar del norte. [Probablemente esta sea la entrada del blog con la que menos a gusto me siento y una de las más autoreferenciales. Nunca antes escribí mis intenciones con el blog ni puse cosas personales.] Me tomé unas vacaciones de mis apuntes. Unas largas y descaradas vacaciones. Hace mucho que no me desconectaba por tanto tiempo y es, lo juro, una sensación muy rara: no estoy acostumbrada a tomar descansos y eso cuesta caro. [Piero tiene razón: de vez en cuando viene bien dormir ] Durante este tiempo, estas semanas de ausencia, me estuve preguntando qué es lo que estoy haciendo en este espacio. En este blog no he pretendido escribir reseñas, sino proponer otras lecturas, trenzar ideas, especular a rienda suelta y dejar que el eco muestre el perfil de una geografía interior. Pero igual me pregunto para qué o quién escribo. ¿Estos mis apuntes son para alguien, para comunicarme con alguien al otro lado de la pantalla o solo escribo para mí y mis deseos? No

Llave

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En casa de mis padres había un viejo baúl verde. El baúl acompañó a mi padre de ida, vuelta y retorno en cada viaje que hizo; ida, vuelta y retorno de un lado del mundo al otro, creciendo la familia. Y abrir el baúl era hacer el mismo viaje, tratando de pisar las huellas de sus pies. Por eso me emocioné cuando me diste una llave. En este baúl de papel hay muchas cosas revueltas: Facturas viejas y cuentas saldadas. Tu traje de morenada. Una caja con billetes de millón de pesos. La rabia y la frustración del exilio. Las fotografías de Cuzco. Libros subrayados de tus autores preferidos. Telares y arados. Los latidos, sístole y diástole, del corazón de tu padre. La historia no pasa en vano. La sangre no corre en vano. Eso me dices en tu libro. Tengo tu baúl conmigo, lo traje conmigo para que hagamos juntos este viaje de ida, vuelta y retorno. "La fiesta imposible" es la compilación de la obra poética de René Antezana Juárez , que incluye su obra produ