Todas las vidas

Comencé a trabajar este 12 de septiembre en un Burger King. Es la primera vez que trabajo en una "cocina industrial": tiempos muy breves, trabajo en cadena, automatización de procesos, horario por turnos. El trabajo es agotador, es muy físico: raramente me quedo quieta, aunque se trata solo de preparar emparedados.

Casi toda mi vida hice trabajos intelectuales, donde el mayor esfuerzo físico era pasar con el plumero sobre el estante de libros. Durante el primer mes salía tan cansada que no podía pensar, y eso era como si me hubieran quitado los pulgares oponibles, como si me dejaran fuera de casa, con la puerta cerrada y sin la llave. Solo ahora, poco a poco, estoy recuperando algunas funciones cerebrales: ya logro leer, aunque sea un capítulo diario; y estoy volviendo a escribir, aunque no al ritmo de antes.

El Burger queda lejos de casa. Debo salir un par de horas antes del inicio de mi turno: hay pocos buses que me llevan hasta el trabajo, y si pierdo uno puedo no llegar a tiempo. Me llevo un libro a cuestas porque, si tengo suerte y el autobús está vacío, a lo mejor puedo resbalar entre las páginas - si todo está tranquilo (y con Bolivia de cabeza, las cosas casi nunca están tranquilas).

En fin. Todo esto porque quería contar de un cuento de Bradbury, o mejor de un fragmento de un cuento poco conocido de Bradbury, y que me hizo llorar. No sé si hay la traducción al español: en la versión original en inglés se llama The Better Part of Wisdom, del libro Long after midnight, que me encontré en italiano en una librería de viejo local. El cuento es regular, pero en medio uno de los personajes, hablando sobre la posibilidad de ser feliz, dice:

Ci sono due, no, tre, no, quattro vide per ognuno di noi. Nessuna di esse dura. E in mezzo alle quattro o cinque o alla dozzina di vite che viviamo, ce n'è sempre una speciale. (Hay dos, no, tres, no, cuatro vidas para cada uno de nosotros. Ninguna de ellas dura. Y en medio a las cuatro o cinco o a la docena de vidas que vivimos, hay siempre una especial.)

En el cuento cuenta una escena que sintió como clave, como la que lo marcó para siempre. Aunque había sido feliz en "todas sus vidas", era esa escena la que le venía a la mente cuando pensaba en plenitud.

Me hizo mucho recuerdo a la confederación de almas propuesta por Tabucchi en su Sostiene Pereira:

... quella che viene chiamata norma, o il nostro essere, o la normalità, è solo un risultato, non una premessa, e dipende dal controllo di un io egemone che si è imposto nella confederazione delle nostre anime; nel caso che sorga un altro io, più forte e più potente, codesto io sposta l’io egemone e ne prende il posto, passando a dirigere la coorte delle anime, meglio la confederazione, e la preminenza si mantiene fino a quando non viene spodestato a sua volta da un altro io egemone, per un attacco diretto o per una paziente erosione. (...lo que llamamos la norma, o nuestro ser, o la normalidad, es sólo un resultado, no una premisa, y depende del control de un yo hegemónico que se ha impuesto en la confederación de nuestras almas; en el caso de que surja otro yo, más fuerte y más potente, este yo destrona al yo hegemónico y ocupa su lugar, pasando a dirigir la cohorte de las almas, mejor dicho, la confederación, y su predominio se mantiene hasta que es destronado a su vez por otro yo hegemónico, sea por un ataque directo, sea por una paciente erosión.)

No sé si hay solo una vida especial. 

Quizás hay más: cada alma que toma el control en la confederación es particular, irrepetible y arrasa con todo lo que uno había conocido antes. Hace un golpe de estado del yo. Quizás cada alma tiene su propia idea particular de qué es plenitud, y, si se tiene suerte, puede encontrar eso que busca en la vida que le ha tocado descubrir o hacer o vivir. 

La felicidad no es una meta, y no puede serlo. Ni siquiera es el camino. Es solo un milagro. 

Más adelante, en el mismo cuento, el personaje dice que la verdadera sabiduría está en las cosas que no se cuentan, que no se dicen. 

Ahí, en esa penumbra silenciosa, está lo que me toca vivir en esta nueva vida. 

Por ahora los dejo, que me debo preparar para ir al Burger King. 


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