Sobre héroes y villanos

Décalcomanie, de Rene Magritte. Tomé la imagen de este enlace

[Atención: lo que sigue es un total destripe del libro "El hombre invisible", de H.G. Wells]

Comencemos. Griffin era un brillante estudiante de medicina. Brillante, sí, y también pobre. Y ya sabemos que con la pobreza viene la invisibilización: en la universidad había visto que personas con menos talento y capacidad tenían su vida resuelta, encontraban trabajo y ocupaban puestos de poder, mientras que él pasaba hambre. Para lograr avanzar en la vida, pensó, el único modo para hacerse notar sería logrando un gran descubrimiento, un gran avance científico, de modo que se lo llegara a respetar.

Gracias a una clase de la universidad se interesó mucho por el índice refractivo de los objetos. Se dio cuenta que, manipulando este índice a través de cambios de densidad, podía lograr que los cuerpos dejen de absorber la luz y la reflejen. ¡Podría hacer que un cuerpo sea realmente invisible! Por supuesto, se necesitan recursos para lograr algo así... Y como era algo que valía la pena, como era algo que significaba un cambio profundo para el mundo y para sí mismo, Griffin estaba *dispuesto a hacer cualquier sacrificio* para lograr ese descubrimiento; así que robó el dinero necesario para los experimentos a su padre, quien, desesperado por no encontrar el dinero que debía custodiar como cajero, acabó suicidándose.

Una vez creada la fórmula de la invisibilidad, Griffin hizo una primera prueba en el gato de su vecina para ver si funcionaba. La fórmula resultó un éxito: el gato desapareció, pero se podían todavía escuchar sus maullidos, desesperados, mientras trataba de escapar de la habitación. La vecina, escuchando a su gato, fue a buscarlo a la casa, y acabó denunciando el hecho al casero. Para salvarse de los problemas, Griffin usó su fórmula, se hizo invisible y prendió fuego al edificio para que nadie pueda seguir sus pistas. No quiso poner atención, pero al irse sabía que había gente adentro, encerrada, mientras las llamas consumían todo. Y luego decidió aprovechar su invisibilidad para conseguir dinero, bienes, todo aquello que se le había negado, sin barreras, sin testigos, sin remordimientos.

[Fin del destripe]

H.G. Wells estudió biología en el Royal College of Science de Londres, y también sufrió por hambre durante su colegiatura. En un momento clave, donde la ciencia hacía unos avances prodigiosos, comenzó a imaginar futuros (im)posibles y a preguntarse por los alcances éticos de estos descubrimientos. Somos nosotros quienes debemos tomar nuestras decisiones y ser responsables de las consecuencias. En últimas, en la visión de Wells, ni la tecnología, ni la ciencia, ni las máquinas pueden por sí solas ser una tabla de salvación para los humanos: son nuestras decisiones las que nos definen, no la tecnología.

Y es que no se trata de tener poderes especiales. No se trata de tener tecnología avanzada, privilegios especiales, fuerza extraordinaria, inteligencia superior. Tampoco importa la creatividad y ni siquiera las razones o justificaciones: de cierto modo, todos hemos sufrido injusticias, todos hemos sentido miedo y sabemos qué es el dolor: un villano también puede buscar la paz y la justicia, la eliminación de diferencias y la lucha contra un pasado cruel.

La diferencia entre un héroe y un villano no está en las buenas intenciones, en cuánto nos indigna el mal, sino en quién debe pagar por la injusticia, en quién debe sacrificarse para que las cosas cambien.

Hace buen tiempo que crece la tensión social entre hombres, mujeres, entre gente con distintos tonos de piel, con distintos intereses sexuales y con diferentes orientaciones políticas. Y ya van varias ocasiones que leo a personas que dicen estar dispuestas a cualquier sacrificio para compensar las injusticias del pasado: cualquier sacrificio de los otros, por supuesto. Están dispuestas a aceptar que se crea ciegamente en acusaciones, que se acuse a otros sin pruebas, que se acepte una condena social al otro. Y es que, a decir de H.G. Wells, "la indignación moral es la envidia con una aureola".

Si crees que quien debe pagar el precio de una injusticia no es quien la cometió sino un colectivo, si crees que es razonable que un inocente vaya preso si eso puede prevenir delitos, si crees que mereces cosas solo porque sufriste, recuérdalo:  no eres un héroe.

El hombre invisible H G Wells

La versión del Hombre Invisible que tengo en casa es italiana. Es una publicación de 1988, la primera edición de la Bompiani, con traducción de Grazia Gatti y Tiziana Ribero. Encontré este libro en el Minotauro, mi librería de viejo preferida de Verona. 

Comentarios

Entradas más populares de este blog

Sobre Aquiles, el de pies ligeros

La puerta

La libertad y los cerdos