Estatua de sal


A mi casa no llegaron ángeles.
Ningún dios me ordenó huir.
Quisiera ser yo la que tiene en mano
la espada y el fuego
para destruir mi viejo mundo. 

Hice con cuidado mis maletas
Dejé afuera mi presente
y metí un libro de gramática.
Compré un pasaje sin retorno. 
 
Cada tarde, cada noche
rezo para tener la fuerza
de no girarme,
de no mirar mi tierra. 

Dejo salir la sal
y lloro
para no convertirme en estatua. 

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