Thay Mai

Quiero  contarles la historia de mi tío Lodovico. 

Lo conocí muy de lejos: cuando él era muy joven eligió ser un hermano misionero con los salesianos y no mantuvo mucho contacto con la familia. Fue uno de los pocos parientes italianos que fue a conocer nuestra casa en Bolivia y siempre estuvo atento a saber si estábamos bien. Ayudó a mis padres en momentos de necesidad y nos hizo llegar libros de filosofía y literatura. 

El 13 de septiembre nos llamó Don Cornelio, el director de la comunidad salesiana "Beato Artemide Zatti" de Mestre, para avisarnos que había muerto. Llevaba buen tiempo retirado por el alzheimer y algunas (varias) complicaciones de salud. Pero no es de eso que quiero contarles. Es de la otra parte. Esa que yo no conocía hasta hace muy poco. 

Durante el servicio fúnebre se levantaron dos personas, dos representantes de la comunicad vietnamita en Italia y pidieron permiso para hablar del hermano De Marchi, su amado thay Mai. Estaban muy tristes por la noticia de su muerte. Según lo que dijeron, thay Mai había sido más que un profesor: era un padre, un salvador, un maestro de vida. 

Lodovico era hijo de campesinos jornaleros. Mis abuelos eran de madera dura pero recta: pobres y sin tierra, nunca aceptaron inscribirse al partido fascista antes de la guerra, aunque eso significó pasar hambre. Para darles una mano, el cura del pueblo les ofreció llevar a Lodovico a un internado salesiano donde podría estudiar sin costos para la familia, y mis abuelos aceptaron. 

Estudió carpintería y agromecánica, y decidió volverse hermano salesiano. Era un joven brillante, pero enfermizo: cuando estaba haciendo el noviciado tuvo una crisis seria de salud por lo que tuvo que retirarse de los estudios, quedando temporalmente a cargo de la secretaría y responder al teléfono. Ese encargo le dio la oportunidad de leer por su cuenta - oportunidad que aprovechó. De hecho, se volvió un gran amante de la literatura y la cultura universal. 

Luego, en 1958, viajó a Vietnam para enseñar en las escuelas técnicas salesianas. Trabajó allí dando clases de carpintería durante dieciséis años, durante la guerra, hasta que expulsaron a los extranjeros. Thay Mai Lodovico sufrió mucho por abandonar su nueva tierra. Amaba Vietnam con locura. De regreso en Italia, entró a trabajar en el Instituto San Zeno de Verona. 

En el año 1979 comenzaron a llegar grupos de refugiados de Vietnam y lo llamaron para colaborar como traductor. Según los representantes de la comunidad vietnamita, thay Mai hablaba perfectamente su idioma, con acento norteño; y hablaba incluso mejor que muchas personas madrelengua. Y es que Lodovico consideraba que cuando uno se va por trabajo a otro lugar, tiene algunas tareas prioritarias personales: conocer el idioma, conocer la historia y conocer la literatura local. Solo entonces, según su filosofía de vida, uno podía juzgar otro pueblo, otra comunidad. 

Thay Mai se hizo cargo de encontrar casa y trabajo para las familias migrantes y se hizo cargo de doce jóvenes que llegaron a solas, que habían perdido todo durante la guerra. Los cuidó, educó y trató como hijos. Les enseñó historia y literatura italiana, pero también vietnamita. Los acompañó durante los difíciles primeros años de ambientación y los siguió hasta que se hicieron hombres grandes, padres de familia, adultos. 

Después de su retiro, cuando el alzheimer ya había consumido gran parte de su mente, solo reaccionaba y se encendía cuando se le hablaba en el véneto de su infancia o en vietnamita, cuando la familia que acogió, su verdadera familia, iba a visitarlo. Ellos son quienes le pusieron el nombre thay Mai, que significa "hermano Futuro". 

Eso. Solo quería contarles la historia de mi tío, un hombre bueno, el hermano Futuro



Comentarios

  1. Bello homenaje al legado de un hombre bueno más allá de toda frontera.

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  2. Historia que deberíamos conocer , grande Ludovico, gran familia

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