Sobre “Animal”, de Balladares: hormigas

Me propuse escribir una nota semanal en este espacio, y lo primero que hago es incumplir mis metas. Normal. Me cuesta mucho organizar ideas e hilarlas en palabras sin sentir que lo que hago no tiene sentido y es puramente autocomplaciente.

Me puedo, en cambio, pasar horas viendo cómo las hormigas comienzan a crear un sendero sobre las baldosas de la cocina, buscando gotitas de agua que sacan del grifo del fregadero para llevarlas a sus refugios, junto con pétalos de las flores de la mesa del comedor o alguna cucaracha, patas arriba, sorprendida, que no sabe que será sacrificada por esas pequeñas carnívoras. Parece que una mente maestra las condujera por canales y laberintos, mientras construyen los únicos palacios que sobrevivirán al fin del mundo.

Miro las hormigas, que no me miran, que siguen el olor dejado por las exploradoras en las paredes, que buscan aumentar la colonia, como si toda la realidad solo dependiera de la adherencia de sus patas.

Quisiera tener la habilidad de, por ejemplo, María Auxiliadora Balladares, que en su librito “Animal” logra entrar en una suerte de conciencia colectiva/animal. Es decir, estoy segura que a ella tampoco la miran las hormigas, pero ella puede ver desde la mirada de las hormigas. Así que probablemente Balladares tampoco me vería, como no me ven las hormigas, sino seguiría el rastro aromático de las exploradoras en camino al grifo, a la mesa del comedor, a las cucarachas, mientras yo la veo seguir el rastro, en un juego de miradas que coinciden y no, como los espejos de los elevadores.

Debo escribir, sí, debo hacerlo; pero las hormigas.

Nada como ver este delicioso banquete antes del almuerzo para abrir el apetito. Servidas, hormiguitas.

Animal, poemario de María Auxiliadora Balladares, ha sido ganador de los Fondos Concursables 2016–2017 del Ministerio de Cultura y Patrimonio del Ecuador.

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