El viaje: sobre Ulises de Dante y Orellana de Aguirre Lavayén

Este es el asunto: vinimos de viaje a Samaipata por el camino antiguo a Santa Cruz. El viaje es largo, intenso, casi azaroso. Los tramos entre un pueblo y otro no son nada breves y se puede pasar horas enteras sin ver rastro de los humanos, excepto el camino –que no carretera, que hay grandes partes sin asfaltar o que parecen meras sendas por las que recorre el bus con dificultad. Los paisajes son, si hace falta decirlo, espectaculares. Entre montañas áridas, montes llenos de vegetación, zonas donde hay niebla permanente y valles cultivados. El bus se detiene con mucha frecuencia para recoger y dejar personas, sobre todo mujeres comerciantes. Se llena todo espacio disponible con bultos, bolsas, cajas.

Cada vez que hacemos este viaje llevamos algunos libros para pasar el rato, y René se llevó Más allá del horizonte, de Joaquín Aguirre Lavayén. Hace poco lo convencí de que lo leyera, que le diera una oportunidad. Es un extraordinario libro, quizás la mejor novela boliviana de aventura. Cuando ya no hubo luz suficiente para seguir leyendo, René ya casi había terminado el libro.

Hay en el inicio de la novela un pasaje donde se habla del viaje. Y es que todo el libro, más allá de la historia de amor y de la historia (terrible) de la conquista, es un canto a la locura humana de lanzarse a lo desconocido, a cualquier precio y con cualquier excusa. Y quizá sea justamente en viaje donde mejor se puede ver la dimensión de esta locura: el camino ha cambiado mucho, igual que el hecho de que no vamos más a fuerza animal sino mecánica (lo que implica que en pocas horas se recorra lo que pudo tomar semanas), pero la belleza del camino y la esperanza de encontrar cómplices y mejores oportunidades siguen ahí, en cada uno de los viajeros.

El espíritu humano hace que seamos capaces de subir a un barco y lanzarnos al mar sin saber si habrá tierra del otro lado. ¿Qué nos mueve a hacerlo? ¿Cuál es el combustible del viaje? ¿La curiosidad o la fe? En el caso de Francisco de Orellana, el personaje central de Más allá del horizonte, el primer motor es el rencor, el segundo es el hambre, el tercero es el amor.

Dante hace un acercamiento a esta pasión por el viaje en el canto 26 del infierno, cuando se encuentra en el octavo círculo con Ulises. Tras su viaje de diez años por el mediterráneo retorna a Ítaca para encontrarse con su amada y su hijo. Pero né dolcezza di figlio, né la pieta / del vecchio padre, né ’l debito amore / lo qual dovea Penelopè far lieta, / vincer potero dentro a me l’ardore / ch’i’ ebbi a divenir del mondo esperto / e de li vizi umani e del valore (ni la dulzura del hijo, ni la piedad al padre viejo, ni el amor que debía a Penélope pudieron vencer en mí el deseo de conocer el mundo y los males humanos y su valor). Para ello convence a los que quedan de su tripulación para volver a embarcarse y conocer lo que queda del mar y sus tierras.

¿Qué se hace cuando se conoce ya todo? Pues se va más allá: cuando los marinos llegan a las columnas de Hércules después de visitar todo el mundo conocido, Ulises arenga a la tripulación con uno de los textos que más quiero: “O frati”, disse, “che per cento milia / perigli siete giunti a l’occidente, / a questa tanto picciola vigilia / d’i nostri sensi ch’è del rimanente / non vogliate negar l’esperïenza / di retro al sol, del mondo sanza gente. / Considerate la vostra semenza: / fatti non foste a viver come bruti, / ma per seguir virtute e canoscenza”. / Li miei compagni fec’io sì aguti / con questa orazion picciola, al cammino, / che a pena poscia li avrei ritenuti; / e volta nostra poppa nel mattino, / de’ remi facemmo ali al folle volo (“¡Oh hermanos”, dije, “que por cien mil peligros llegaron a occidente, de esta tan pequeña vigilia de nuestro sentidos remanente, no se nieguen a la experiencia, siguiendo al Sol, hacia el mundo sin gente. Consideren su simiente: no fuimos hechos para vivir como brutos, sino para perseguir virtud y conocimiento”. Mis compañeros se pusieron tan ansiosos, con esta mi breve arenga, de seguir camino, que apenas podría con esfuerzo contenerlos; y, vuelta nuestra popa a oriente, de los remos hicimos alas para el loco vuelo). Por supuesto, el viaje de Ulises no acaba bien, como tampoco acaba bien el viaje de Orellana.

Del viaje se sale siempre transformado. Se aprende lo mejor y lo peor de los humanos, sobre todo de uno mismo. El viaje es siempre hacia adentro, aunque se vaya muy lejos.

Eso más o menos pensaba en el viaje a Samaipata.

Samaipata, así, salvaje, verde y llena de arañas, os espera, oh viajeros.

El libro
Más allá del horizonte que tenemos en casa es la séptima edición de Los amigos del Libro y llegó a mis manos gracias a la librería de viejo Sobras Selectas del buen Alexis Argüello.

La versión que tengo de
La Divina Commedia ha sido publicada en 1988 por Casa Editrice Felice Le Monnier. Está en vulgar, en italiano antiguo, y me llegó gracias a mi santo padre Savino De Marchi que sabe escogerme cosas bonitas.

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