Sobre “Eisejuaz”, de Sara Gallardo: Sacrificio

Acabo de terminar de leer la novela “Eisejuaz”, de Sara Gallardo. No sé si es necesario decir lo maravillosa que es. Hay, sin embargo, algo central (y lateral a la vez) que me pica.

El enfrentarse a lo infinito-incomprensible-complejo-trascendente, a la conciencia, conmueve -y por eso la religión es algo endémico en nuestra especie. Estamos (somos) vulnerables frente a lo infinito. En nombre de esa vulnerabilidad buscamos un contacto con lo divino, asegurarnos que podremos vivir un día más, y por eso los rituales de sacrificio son también -ejém- algo endémico en nuestra especie.

El sacrificio (sacrum facere, cumplir un acto sagrado) en casi todas las culturas ha consistido en ofrecer algo al dios, haciéndolo así sagrado, con-sagrándolo, para lograr una relación de confianza y familiaridad con la divinidad. El sacrificio es el acto pero es también la ofrenda. Aquello ofrecido suele ser un animal o un ser vivo, que no se convierte en sacrificio sino hasta pasar por una transformación, que puede ser la muerte, el derramamiento de sangre, arder en una hoguera, etcétera.

Hay una pelea ahora con la palabra sacrificio (baste ver cuánto se detesta el uso de esa palabra al referirse, por ejemplo, a la madre), vista como horrible, digna de tarjeta de inspiración cards pero no con un correlato con nuestras vidas tan urbanas y aferradas a lo real. Lo cierto es que continuamente hacemos sacrificios. Nuestros recursos son limitados, nuestra vida es pequeña, nuestra vulnerabilidad grande. De las decisiones que tomamos depende nuestra vida, no solo su calidad (entendida como sentirse satisfecho o feliz) sino también su duración.

Ahora bien, las elecciones tomadas por los otros muchas veces nos resultan incomprensibles. ¿Dejar todo para llevar una vida en un monasterio? ¿Dejar el trabajo para cuidar una familia? ¿dejar la familia y amigos por un llamado divino, por la música, por las convicciones políticas, por un milagro?

Eisejuaz toma una decisión que lo lleva al aislamiento no solo de los blancos, sino también de su comunidad, de su gente. Es el camino de la humildad, del dar todo, su cuerpo y sus manos, dejar sus manos en las manos de la divinidad. Sabe que podría desobedecer, sabe que podría ser el jefe, que podría matar a Paqui (el odiado hombre blanco que está bajo su cuidado); pero elige el camino del sacrificio. Eisejuaz obedece (casi siempre) al mandato de la divinidad, enfrentándose por ello al pueblo, a lo higiénico, a las buenas costumbres. Esa obediencia significará, pues, dar la vida: no solo hace el rito sino que es la ofrenda.

“Levantemos el corazón — lo tenemos levantado hacia el Señor”

La novela Eisejuaz, de Sara Gallardo, está disponible para el mercado boliviano gracias a Dum Dum Editora.

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