Dar la espalda al lector
Para quienes somos lectores, la escritura parece algo sencillo: basta contar una historia, una buena historia, y ya. Cuando se está del otro lado, del que está queriendo construir una narración, la cosa es mucho más complicada. Hay muchas maneras de que todo salga mal y al final no se logre transmitir en la narración lo que se desea contar.
Incluso autores que tienen mucha experiencia, una gran calidad de trabajo y muchas horas de esfuerzo, pueden cometer algunos errores en la narración que puedan tener un costo al final y no funcionar. El riesgo está en contar algo de un modo tal que no haya una justificación en la trama y que rompa con la burbuja del mundo de ficción creado por el autor.
Un ejemplo de esto lo encontramos en el cuento “La emboscada”, de Rodrigo Urquiola Flores. El cuento está escrito desde la perspectiva de un narrador-testigo, alguien que es parte del mundo del relato y cuenta los hechos desde su punto de vista, que no es el personaje central, sino secundario. Y hasta ahí todo bien. El problema es que, en este caso, este testigo no rinde cuentas de la historia al lector, a quienes estamos al otro lado del papel, sino que narra los hechos a quien los causó y conoce más de cerca, al protagonista [mudo] de la historia.
La estructura se siente así: el hermano del protagonista le cuenta al protagonista lo que este (el protagonista) hizo. En el cuento se nos dice que no es la primera vez. De hecho, una de las frases que más se repiten es “¿lo recuerdas?”.
Lo más grave en el caso de este cuento es que es el primero del libro “La memoria invertebrada”, el más reciente de Urquiola. Después de leer este primer cuento me costó seguir; y es una lástima, porque el resto del libro es muy poderoso. Es más, el último cuento, que le da nombre al libro, es extraordinario.
No es el único caso. Una estructura similar (un narrador-testigo que relata la historia al protagonista y no al lector) se encuentra en el cuento “La trágica vida de un osito de peluche”, primero del libro "Deus ex machina" de Luis Carlos Sanabria, que me causó también una dificultad para seguir la lectura y que también habría sido una lástima.
Cuando no se rinde cuentas de los hechos al lector sino al protagonista con el único fin de exponerlo al lector, no sirve para la narración misma. El resultado es una imagen velada, una narración con sobreexposición, como las obras de teatro donde se intenta evitar dar la espalda al público sin importar si eso puede causar un daño a la obra. Se pierde la historia por el ruido que genera; pero más importante que eso: se puede perder al lector.
Los dos libros citados, La memoria invertebrada (de Rodrigo Urquiola Flores) y Deus ex Machina (de Luis Carlos Sanabria) fueron publicados por la editorial 3600, en La Paz - Bolivia.
Incluso autores que tienen mucha experiencia, una gran calidad de trabajo y muchas horas de esfuerzo, pueden cometer algunos errores en la narración que puedan tener un costo al final y no funcionar. El riesgo está en contar algo de un modo tal que no haya una justificación en la trama y que rompa con la burbuja del mundo de ficción creado por el autor.
Un ejemplo de esto lo encontramos en el cuento “La emboscada”, de Rodrigo Urquiola Flores. El cuento está escrito desde la perspectiva de un narrador-testigo, alguien que es parte del mundo del relato y cuenta los hechos desde su punto de vista, que no es el personaje central, sino secundario. Y hasta ahí todo bien. El problema es que, en este caso, este testigo no rinde cuentas de la historia al lector, a quienes estamos al otro lado del papel, sino que narra los hechos a quien los causó y conoce más de cerca, al protagonista [mudo] de la historia.
La estructura se siente así: el hermano del protagonista le cuenta al protagonista lo que este (el protagonista) hizo. En el cuento se nos dice que no es la primera vez. De hecho, una de las frases que más se repiten es “¿lo recuerdas?”.
Lo más grave en el caso de este cuento es que es el primero del libro “La memoria invertebrada”, el más reciente de Urquiola. Después de leer este primer cuento me costó seguir; y es una lástima, porque el resto del libro es muy poderoso. Es más, el último cuento, que le da nombre al libro, es extraordinario.
No es el único caso. Una estructura similar (un narrador-testigo que relata la historia al protagonista y no al lector) se encuentra en el cuento “La trágica vida de un osito de peluche”, primero del libro "Deus ex machina" de Luis Carlos Sanabria, que me causó también una dificultad para seguir la lectura y que también habría sido una lástima.
Cuando no se rinde cuentas de los hechos al lector sino al protagonista con el único fin de exponerlo al lector, no sirve para la narración misma. El resultado es una imagen velada, una narración con sobreexposición, como las obras de teatro donde se intenta evitar dar la espalda al público sin importar si eso puede causar un daño a la obra. Se pierde la historia por el ruido que genera; pero más importante que eso: se puede perder al lector.
Magritte explica gráficamente cómo me sentí al final de la lectura |
Los dos libros citados, La memoria invertebrada (de Rodrigo Urquiola Flores) y Deus ex Machina (de Luis Carlos Sanabria) fueron publicados por la editorial 3600, en La Paz - Bolivia.
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