Sobre “Autorretrato”, de Saúl Montaño, con desvíos zoológicos

Mis perras son muy efectivas en esto de cazar ratas. Encontraron el punto preciso donde se encuentra su nido en la caja de acopio de las alcantarillas, cavaron un enorme agujero para esperarlas y cada vez que una pasa por allí la sacan a mordiscos, la hacen volar por los aires y la matan con sus mandíbulas certeras.

Los gatos no hacen eso. Más bien parecen anatomistas, científicos o psicópatas, estudiando cómo afecta cada hundida de garra o mordisco en su sistema. Prolongan muchísimo la muerte de la rata. Una vez me quedé en mi habitación llorando mientras escuchaba un ratón chillar por más de dos horas hasta su muerte. Luego mi gata entró por la ventana, orgullosa de su trabajo, con el ratón entre los dientes para dejármelo como regalo en la alfombra bajo la cama, sobre mis pantuflas, no vaya a ser que no lo note, casi con condescendencia por mi inutilidad en las artes de la cacería.

Me gusta mirar los animales. Quiero escribir una especie de sociología zoológica, ver sus comportamientos sobre todo en la ciudad, donde sus movimientos e instintos son modulados por la actividad humana. Ver, por ejemplo, cómo cruzan las avenidas esquivando los autos, adivinar y reconocer las estrategias distintas de cada uno de los perros del barrio para llegar a las casas donde hay una hembra en celo. Me gustaría hacer lo que hace Mario Bellatin, escribir cuentos usando en humanos los comportamientos de alguna de las especies animales, pero resulta que no logro escribir más de cinco párrafos sin sentir que el tema está agotado o que yo lo estoy. A lo peor no nací para ello. Así que me conformo con un par de párrafos que funcionen que pego en el facebook para ver las reacciones, como desde un balcón y a salvo.

Ahí venimos a esto, al tema de verdad: la diferencia de la mirada hacia afuera y aquella hacia adentro. El Saúl en este libro mira hacia adentro. Me da miedo hacer eso, explorar tan a fondo y con tanta honestidad. Lo que hace es exponer(se), con el descaro de los perros que quedan pegados en medio de una avenida después de haberse apareado. No sé si, por ejemplo, podré mirarlo de nuevo a la cara porque sé demasiado de él, porque ha tenido el descaro de ser transparente, o fingir serlo, y eso es tabú para nosotros los opacos, o que fingimos serlo. El librito es tan fascinante como aturdidor por eso, porque avergüenza y expone esa vergüenza en las cuerdas del patio para que se sequen al sol.

Así me siento tras leer el libro del Montaño: como el perro de atrás, esperando mi turno y mirando a otro lado.

El libro Autorretrato de Saúl Montaño se puede encontrar en la editorial Nuevo Milenio. Ha sido publicado hace poco, es breve pero vale cada centavo.

Comentarios

Entradas más populares de este blog

La libertad y los cerdos

Familia (2): Toma y daca

Sobre Italo Calvino y la felicidad