Trenzas de alquiler

Acabábamos de visitar el Palacio Portales cuando Katherine Pancol nos propuso a Cristina y a mí que aprovecháramos lo poco que quedaba de luz para visitar “la Cochabamba real”. Había llegado por la mañana y solo estaría un día en la ciudad. Por la noche tendríamos la presentación de su trilogía Muchachas, así que no podíamos perder tiempo. Tomamos, pues, un taxi hacia la terminal de buses para luego entrar a La Cancha. La verdadera Cochabamba es el mercado.

Mi hija y yo vivimos un buen tiempo cerca del mercado, así que acabé por hacerme amiga de muchas caseras. No teníamos mucho dinero por entonces, así que los fines de semana nos íbamos a perder entre las callejuelas de La Pampa como quien va a un parque de diversiones. Por esas mismas calles llevé a Katherine.

Foto de Cristina Canedo
Caminamos mucho entre largos pasillos de pantalones, pantaletas y pimentones. A cada rato me volvía para ver a Katherine. Sabía que había nacido en Marruecos, pero no qué tanto acostumbra caminar. Estaba feliz, tratando de tomar fotos a las polleras, las caseras, los montones de ajíes y de pasankallas o a los micros.

Pasamos por el jampicatu, el pequeño “mercado de las brujas”. Cristina y Katherine estaban fascinadas caminando entre los fetos de llama, las mesas de qoa, los granos de maíz de colores y los adivinadores del futuro en la coca. Encontramos una casera que hablaba en un muy buen francés y había vivido cuatro años en París. Pancol y ella se quedaron hablando un buen rato.

Foto de Cristina Canedo
Pancol tiene ese encanto: se queda largo rato con las personas. En los personajes de sus novelas se puede ver eso. No los toma a la ligera ni levanta su nombre en vano. Se toma su tiempo para comprenderlos, entra en sintonía con ellos para que revelen quiénes realmente son. Y los personajes se dejan descubrir bajo su mirada.

Muchachas es una trilogía bordada sobre un fondo de agresividad. Se centra en la vida de varios personajes femeninos, algunos que ya habían aparecido en sus novelas anteriores y otros nuevos. Inspirada en hechos reales, logra retratar con honestidad y fuerza el maltrato doméstico, reivindicando la fortaleza humana para luchar por una vida mejor.

Después del mercado de las brujas, pasamos por la zona donde se alquilan y venden largas y tupidas trenzas negras. “¿Son reales?”, pregunta Katherine. “¿Quién las usa?”, pregunta Cristina. “Por suerte llevamos zapatos sin tacones”, pienso yo.

Escribo esto recién hoy porque anoche soñé con las trenzas, con las mujeres que vendían su pelo largo y virgen cambiando de imagen de forma tan drástica, y también con las mujeres que alquilan o compran trenzas para ir los domingos a los galpones de la Blanco Galindo. Pensaba hacer una metáfora sobre el trenzado, los caminos que se cruzan, las mujeres del galpón y las de la novela, pero al despertar había perdido parte del encanto y se había vuelto algo predecible. La parte de la metáfora, claro. El mosaico de historias de mujeres trenzado por Pancol, en cambio, sigue en mi cabeza.

Foto tomada sin permiso del muro de Katherine.
Tengo un muy mal francés como para pedir autorización para su uso.

La trilogía Muchachas ha sido publicada para el mercado boliviano por Plural Editores, así que se la puede encontrar en casi todas las librerías. La traducción estuvo a cargo de Noelia Arancibia y es preciosa. Katherine Pancol también escribió sobre su visita a Cochabamba. Pueden leer sus comentarios (en francés, claro) en su blog.

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